Antes del antes.
Yo ya creía en ti
mucho antes de quererte.
Se levantó la luz y tuve que creer
como el ala en el aire
y la risa en la lágrima.
Tuve que persignarme ante tu filo
y dejar que me hirieras la mirada.
Fue antes, mucho antes,
cuando eras cuchilla y pedernal
y un gran coleccionista de abandonos fatales,
que parecía un sueño libertario
si es que abrías la jaula de los pájaros hondos
para escandalizarme con sus mantras.
Yo ya creía en ti, antes del antes,
cuando recién llegada a tu misterio
no tenías un nombre que te simbolizara
y eras h de un hueco transparente,
un eterno final de puntos suspensivos pervertido de dudas.
Imagínate ahora que me atardezco en ti
y transformo en sinéresis
cualquier posible hiato de las lenguas.
Imagínate ahora que eres mío
como nunca jamás serás de nadie.
Sin llanto.
No lloraré
cuando salga del pozo de la noche
con un poco de ti pegado al cuerpo
ni cuando sienta que tu lejanía
chapotea en la sangre derramada
y me cuentes lo atroz de la matanza
porque no me conformen tus grises evasivas.
No lloraré, lo sabes,
ni te daré la espalda porque me asalte el pánico
cuando el olor a muerte llegue a mi pituitaria
a través de tu letra sin fisuras
y como un chal me envuelvan los gemidos del mundo
al abrir tu selvática ventana.
No lloraré jamás mientras susurres
que el tiempo no se acaba hoy, ahora
y yo siga esperando que amanezca
en el suburbio rojo de tus brazos.
Porque tu voz es un heraldo amado que asesina el silencio
donde se hospeda el rito de extrañarte,
mi voz, la que no llora,
se va a morir en ti y de tu parte.
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