Yo me adueño del aire que circunda tu boca
y me adueño del labio, del diente, del instante
en que el verso define mi condición de amante
que amantísima al verso de guerra te convoca.
Me adueño del silencio que a tu silencio invoca
y de la lengua oscura, violenta, extravagante,
que lame de mi instinto la púa interrogante
y en mi nuca nocturna ansiedades disloca.
A pedido del ojo me adueño del discurso
en que surges metáfora y desbocado curso
de sangre por las venas de mi desasosiego.
Yo me erijo en tu dueña y a tu mudo dictado
escribo las malicias que nacen al costado
del cadáver de un tiempo tan tuyo como ciego.
y me adueño del labio, del diente, del instante
en que el verso define mi condición de amante
que amantísima al verso de guerra te convoca.
Me adueño del silencio que a tu silencio invoca
y de la lengua oscura, violenta, extravagante,
que lame de mi instinto la púa interrogante
y en mi nuca nocturna ansiedades disloca.
A pedido del ojo me adueño del discurso
en que surges metáfora y desbocado curso
de sangre por las venas de mi desasosiego.
Yo me erijo en tu dueña y a tu mudo dictado
escribo las malicias que nacen al costado
del cadáver de un tiempo tan tuyo como ciego.
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