No te angusties por mí, que estoy despierta
y necesito tu clarín, tu fuste
para un brindis al sol. Que no te asuste
la gárgola sentada ante mi puerta.
Tantas veces ganaste la reyerta
contra su mano de desbarajuste,
que puedes inventar cualquier embuste
para dejarla muda y boquiabierta.
Anda, sonríeme, que gira el mundo
tan absorto en debacles sin castigo
que la mía no es más que una de tantas.
Ríete de su rostro tremebundo
que ni agua hay que darle al enemigo
y mientras ríes tú, mi pena espantas.
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