Últimamente, siempre, estoy en otra parte
y ni siquiera sé lo que deseo.
Dios dejó de mirarme y se presenta
tan sólo alguna vez durante el sueño
y se mete en mi cama, tan cansado
como cansada estoy de desafueros.
Me hago a un lado y llueve sin reproches
sobre la rebeldía de mi fuego,
y yo tampoco le reprocho nada,
bastante tiene con contar los cuerpos
que superpuestos llegan a su puerta,
y separar los vivos de los muertos.
La omnipotencia da mucho trabajo
y digan lo que digan, ya está viejo,
como estoy vieja yo para el ruido
que meten al entrechocar los huesos,
los vivos que maté por divertirme
y los que se mataron a destiempo,
antes de que pudiera demostrarles
que el mayor asesino es el recuerdo.
Me olvido de mí misma, pero tú no me olvidas
ni cuando tienes hambre de silencio.
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